Aunque puede parecer mentira las crisis de pareja son momentos llenos de desaprendizajes. Gracias a las crisis nos damos cuenta que hay algo con lo que no se puede continuar y se debe mejorar.

Dentro de una crisis de pareja se desarrolla la gran oportunidad de reinventarse nuevamente dentro de la pareja, tomar consciencia de qué aspectos no funcionan. No cabe la menor duda que son momentos llenos de dolor, de angustia, de vulnerabilidad e incertidumbre. No siempre que se tiene una crisis de pareja se acaba en separación. Las parejas que tienen una relación basada en el compromiso, respeto, amor y confianza superan sus dificultades además de hacerse más fuertes en las adversidades. Actualmente, estamos en una sociedad que nos desborda con exigencias, hay más oportunidades pero a la vez está llena de estrés y frustraciones. Los nervios o la rutina del día a día se apoderan de la relación de pareja y acaba con la magia del amor. Las razones por la que una pareja entra en crisis pueden ser debido a varios factores: la rutina, la falta de comunicación, desconfianza, infidelidad, conflictos de intereses, incompatibilidad de personalidad….

Sin embargo, la clave principal que nos ayuda a superar las crisis de pareja es la actitud del amor.

La actitud de salir del propio ego hacia el amor, concretándose en la generosidad hacia la pareja. Para ello hay que abandonar el individualismo y la pereza de implicarse. Ponerse en el lugar del otro, recuperar la empatía emocional e intelectual. Entender qué siente, piensa y desea la pareja es fundamental. Si somos generosos con la otra persona, se consigue incentivar la mejor versión del otro y como consecuencia la relación cambiará de guión, pues ambas partes serán protagonistas desde el amor.

En una relación de pareja no se trata de uno o de otro, como si fuera una «lucha» de poder, razón o verdad. Lo realmente importante es la relación, la dialéctica del encuentro, la pasión del abrazo y no el desencuentro de los miembros que de forma individualista se centran en necesidades y carencias propias que los llevan hacia el egoamor. Esto último patrocinado en nuestros días por el «amáte a ti mismo» convertido en un fin cuando debiera ser un medio.

Aceptar las diferencias y valorar la realidad ajena. Reconocer que no se percibe la realidad tal como es, sino que está condicionada por lo que percibimos a través de los sentimientos, conocimientos, creencias, y valores. Por lo tanto, cualquier desencuentro, existe en la interpretación subjetiva que hacemos de ello. De tal manera, que cuando surge la crisis de pareja, no depende de convencer a la pareja, ni que el otro cambie o que actúe de una determinada manera. Lo que verdaderamente depende de nosotros es la propia actitud. Cuando comprendemos esto, nos daremos cuenta que el otro tiene un punto de vista diferente. Desde esta perspectiva le damos a nuestra relación y a nosotros mismos la oportunidad de dialogar, conocer y descubrir matices que nos pasan desapercibidos por el propio ensimismamiento. Al fin y al cabo enriquecernos con la visión ajena en vez de convertirla en una fútil confrontación.

Al fin y al cabo, apostar por una actitud de amor en las crisis de pareja, no es otra cosa sino aprovechar dichas situaciones para ser cada día mejores dentro de nuestra relación.